Conoce nuestra profesión

En este apartado queremos dar a conocer en qué consiste exactamente nuestra profesión.


Los profesionales de este ámbito somos conservadores-restauradores de obras de arte, pero no es lo mismo conservar que restaurar. Aunque ambas comparten una misión –devolver el bienestar y su correcta lectura a la obra para el disfrute de todos-, no conllevan las mismas acciones.

¿Qué diferencia existe? Fundamentalmente, radica en la intervención directa o indirecta sobre la obra, es decir, si es ésta alterada, intervenida directamente, o es su entorno.

La CONSERVACIÓN implica acciones destinadas a mantener la seguridad, integridad y minimizar el deterioro del bien cultural. Dentro de la conservación, podemos diferenciar entre:
v  conservación preventiva, cuando no existe peligro inmediato de pérdida de información. Establecemos acciones sobre las causas de alteración (inspecciones regulares, modificaciones del clima,…). En este caso, no afecta al objeto directamente, no existe manipulación sobre la obra, sino que afecta al entorno que la rodea.
v  conservación curativa, cuando existe riesgo de pérdida, y por tanto, efectuamos acciones para contrarrestar los efectos de degradación (fijaciones, desinsectaciones…). Esta sí interviene sobre el propio objeto, pero no modifica su aspecto, sólo detiene el daño.

La RESTAURACIÓN sí interviene directamente sobre la obra y modifica, por necesidad, su aspecto, devolviéndole su anterior naturaleza, significado y función (reintegración cromática, limpieza química…).


En nuestra profesión existe una serie de criterios de intervención, unas normas a seguir para actuar de acuerdo a la normativa vigente, la ética y la moral del buen restaurador. Uno de los manuales más importantes que usamos es el Decálogo de la Restauración, del que exponemos a continuación un resumen con el fin de dar a conocer más ampliamente los objetivos de nuestra profesión.

DECÁLOGO DEL RESTAURADOR
1.       La línea fundamental de actuación debe ir encaminada a la prevención del deterioro de los Bienes Culturales. Los esfuerzos deben concentrarse en lo que denominamos conservación preventiva, actuando principalmente sobre los diversos factores que, interactuando con los Bienes Culturales, conforman su medio.
2.       Paralelamente a las actuaciones de conservación preventiva, serán necesarias intervenciones más drásticas de conservación curativa y restauración, que se aplicarán en los casos que impliquen un riesgo de pérdida irremediable.
3.       Previo a cualquier intervención, se realizará una investigación multidisciplinar cuyos resultados se reflejarán en un informe. A partir de las conclusiones obtenidas se establecerán los criterios y la metodología de trabajo a seguir.
4.       El principio de mínima intervención es fundamental. Cualquier manipulación de la obra implica riesgo, por lo que hay que ceñirse a lo estrictamente necesario y asumir la degradación natural del paso del tiempo. Toda eliminación de añadidos históricos debe estar debidamente justificada y documentada.
5.       La consolidación se realizará con productos y métodos que no alteren las propiedades físico químicas de los materiales, ni la estética de la obra  y se localizará sólo donde precise.
6.       La limpieza tiene que ser homogénea sin que produzca alteraciones. Deben utilizarse productos de reconocida eficacia; no obstante, hay que realizar siempre pruebas de disolventes en zonas discretas. No ha de ser profunda en ningún caso, debiéndose conservar siempre la pátina que aporta el paso del tiempo, siempre y cuando los barnices no se encuentren tan alterados que modifiquen el tono original y dificulten la visión e interpretación de la obra.
7.       Se recurrirá a la reintegración cuando sea necesaria; siempre será decisión de un equipo profesional. Se respetarán la estructura, fisonomía y estética del objeto con las naturales adiciones del tiempo. Las lagunas son innecesarias cuando, concluida la limpieza, están totalmente integradas en el conjunto de la obra. Cuando haya que reintegrar, se determinará previamente el método a elegir, respetando al máximo el original y, si es posible, se recurrirá a algún documento gráfico o escrito que aporte datos fidedignos del original. Toda reintegración debe ceñirse a los límites de la laguna y se realizarán con materiales inocuos y reversibles, claramente discernibles del original y a simple vista a una distancia prudente.
8.       Una vez terminada la intervención, se reunirá toda la documentación en un informe donde se detallarán los criterios y metodología de trabajo adoptados, productos empleados y proporciones de los mismos, con sus correspondientes nombres científicos.
9.       La obra tratada será reintegrada a su ubicación original siempre que ésta reúna las condiciones adecuadas; en caso contrario, otra intervención debe subsanar dichos problemas para garantizar la conservación de dicha obra.
1.   La conservación del Bien Cultural no acaba con la intervención. Es fundamental programar rutinas de control y seguimiento de las obras restauradas, así como planes de mantenimiento que aseguren su óptima conservación. Así mismo, será necesario dotar a los responsables de la obra de las nociones de conservación preventiva y comprometerlos en su control y mantenimiento.


¿QUÉ ES UN PROYECTO DE INTERVENCIÓN?

Se trata del documento previo a una intervención sobre una obra que se redacta después de haber establecido la necesidad de dicha intervención. Son objeto de proyecto todas aquellas obras y colecciones que por su valor histórico-artístico, complejidad, características, técnicas constructivas especiales y ubicación, necesiten medios técnicos y auxiliares específicos para su reconocimiento, manipulación y/o traslado.

En la labor que nos compete hay una máxima que siempre tenemos en cuenta, “conocer antes de intervenir la obra”. Por lo tanto, un proyecto de intervención consiste en:

v Un estudio histórico-artístico, revisando procedencia, autor/es, época, estilo y valoración artística.

v  La historia material, es decir, todo lo que la obra ha vivido o sufrido, cualquier intervención que sobre ella hayan realizado anteriormente, cualquier circunstancia histórica que le haya afectado, incidencia meteorológica, accidente, etc; todas las causas que respondan a la pregunta de por qué ha llegado así hasta nosotros.

v  Un diagnóstico que documente, que hable detalle a detalle de cada daño de la obra. Qué “enfermedad” tiene y a qué es debido; o sea, causas de alteración. Estudiamos la obra por fuera y por dentro, capa a capa, estrato a estrato. Analizamos todo aquello que le afecta y todo lo que le sobra.

v  Una propuesta de intervención que solucione los daños de la obra de arte, es decir, un tratamiento exhaustivo que “cure esta enfermedad”, siempre respetando los principios deontológicos que marcan las pautas en nuestra profesión. Dentro de esta proposición también analizamos no sólo el cómo, sino también con qué realizarlo –materiales, instrumentos, instalaciones.

v  Una valoración económica desglosada en varias tablas que forman el presupuesto final que supone dicha intervención, incluyendo materiales e instrumentos, mano de obra de los distintos profesionales implicados, estableciendo para ello la duración total y descompuesta de la intervención.

v  Una documentación fotográfica y gráfica que presenta la obra con imágenes a través de las que apreciamos el conjunto (vistas generales a escala) y todos los detalles (macrofotografías); planimetrías donde se señalan por zonas los daños, y cualquier otro tipo de gráfico complementario que ayude a comprender visualmente el bien.

Como resumen final podríamos nombrar los apartados citados con los siguientes interrogantes:
Ø  ¿Qué obra es?
Ø  ¿Qué le ha pasado? ¿Por qué está así?
Ø ¿Qué problemas tiene?
Ø  ¿Cómo y con qué podemos solucionarlo?
Ø  ¿Qué coste tiene? ¿Cuánto tiempo tardaría la intervención?